L'equip d'Escriure per no callar
us desitja un venturós any 2013, amb tota la felicitat que
resulta de fer el que cal quan cal, mantenint la integritat personal
i la dignitat innata de totes les persones.
“Escric perquè hi ha alguna mentida que vull deixar al descobert, algun fet sobre el qual desitge cridar l’atenció. I la meua preocupació inicial es aconseguir que m’escolten” G.Orwell
dissabte, 29 de desembre del 2012
dijous, 27 de desembre del 2012
La immensitat
Quan eres
conscient que el món que coneixes cau, es desploma, has de valorar, reflexionar
sobre allò que està passant. En una societat en la qual la pobresa material
comença a guanyar la partida a la societat de consum, estem obligats a valorar
altres coses. Ja som molts els anomenats exclosos socials i, mirant el ritme
que està agafant la situació econòmica d’Europa, encara en serem molts més. El
sistema econòmic que coneixíem abans del 2008 ha mort, la dèria capitalista
s’ofega en la immensitat del mar de l’especulació. Però el capitalisme financer
després de fer fallida, una vegada més, ha decidit que siga la ciutadania la
que pague les despeses. Per si fora poc, volen que tinguem sentiment de
derrota, però no, no és el nostre món el que s’afona, tan sols som les víctimes
de la ressaca neoliberal. És el seu món ple de números i beneficis el que ha
entrat en estat de coma. Companyes, companys, és una història que ja sabeu i de
la qual tan sols ens queda saber el seu final. Tan de bo estem davant del
naixement d’un món més just i més net.
Siga el que siga
com a humans vos incite que vos deixeu
portar pel camí dels sentiments. Com a espècie som conscients de moltes coses,
i no em referisc al fred, a la calor.... estem rodejats de coses meravelloses
que mai es podran valorar des del punt de vista dels diners: l’udolar d’un
llop, una posta de sol, la flaire d’una margarida... i que ens permetran descobrir
grans sensacions.
Qui no ha
viatjat per l’univers escoltant música o ha buscat figures fantàstiques en una
posta de sol ? Qui no s’ha dissol entre el paisatge mentre es perd entre les
serralades? Qui no se submergeix en un bon llibre i viu mil i una
aventures? Si la resposta a totes aquestes
preguntes és negativa aleshores es quan vertaderament tinguem un problema,
perquè encara que estiguem vius una part de la nostra existència estarà morta.
Aquest any
s’acaba, el proper si no neutralitzem la bèstia encara serà molt més dolent i
el 2014 ja veurem qui queda. Almenys que no acaben amb la nostra esperança i
amb dèria per la vida que es manifesta en la immensitat dels nostres sentiments.
Aquests versos són per a tots vosaltres que continueu mantenint-se fidels al
principis de solidaritat i justícia social, i tafanegeu entre les pàgines de
“Escriure per no callar”. Salut i llibertat companyes i companys.
Hi ha morts que viuen i donen la mà,
Vicent Andrés Estellés
L’última
llum del dia
comença
a desdibuixar les cares.
El
roig encés em captiva l’esperit
i el
morat pren la meua força.
El
silenci es trenca davant del crit planyívol
del
gamarús. El fred em colpeja la cara.
La
immensitat del paisatge
penetra
pel meu cos.
Els
roures gegants redueixen
la
meua presència a un no-res.
Estic
al barranc dels Horts
d’Ares
del Maestrat.
S’ha
fet de nit, sóc l’amo del món,
ningú
pot robar-me aquest moment.
La
intensitat del fred m’obliga a caminar,
he
d’abandonar el barranc.
Comencen
a caure les primeres neus.
El
vent acompanya al silenci de la mà.
No
estic sol, no estan sols.
Note la presència de la vida feréstec
i torne a ser Terra.
dimecres, 19 de desembre del 2012
Muerte a los sindicatos
![]() |
Sindicalistes als anys setanta |
Nueva moda. Rajar de los sindicalistas. Algo fácil y barato, por cierto. Lo
llevan en la solapa ciertos políticos, lanzando mensajes subliminales sobre su
actual falta de utilidad para los trabajadores, politización, corrupción, derroche
económico. Resulta curioso: Los mismos que alientan al escarnio público, suelen
lanzar piedras cargadas por sus propias mezquindades.
Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más fácil la labor de los gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de quienes dirigen tras la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los sindicatos, piensan algunos.
El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué bien estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a pie, con un discurso cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala leche y, sobre todo, un enorme vacío de argumentos que se resume en: "Para lo que hacen, mejor que no hagan nada", "Por mi los echaba a todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se mueven, no están con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final el placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de liberado sindical.".
Confesar ser liberado sindical, en estos tiempos que corren, es un auténtico pecado capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de que te descubran. Te pueden acechar en cualquier esquina, a cualquier hora: sacando dinero, haciendo la compra, recogiendo a tus hijos en el colegio. Cualquier lugar y excusa es buena, para utilizar como insulto la palabra "sindicalista".
Se puede ser banquero chupasangre, se puede ser político en cualquiera de sus muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y trincar todo lo que se quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar chantajes, revender terrenos públicos, recortarle el sueldo a los trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización. Se puede, incluso, aumentar el recibo de la luz a los pensionistas hasta asfixiarlos, o salir en fotos besando niños y ancianos mientras los colegios y asilos se caen a trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres cargos diferentes, declarar a hacienda que se está arruinado mientras se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo obtenga la beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.
En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista.
Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la empresa fue, excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de aquel día, para que luego se firmara un acuerdo que les subió el sueldo a todos. Incluso a aquellos que escupieron sobre la huelga.
O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la pre-jubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60 años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de buscar un trabajo que nadie le ofrecería.
Recuerden también a Marta, la chica de 23 años que estuvo aguantando un jefe miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más horas extras para tener un momento de intimidad donde poder acosarla mientras le recordaba cuándo le vencía el contrato. Hasta que su mejor amiga la llevó al sindicato y, gracias a una liberada sindical, ahora el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.
Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los sindicalistas: El maestro que pudo denunciar al padre que le pegó en la puerta del colegio, los trabajadores que consiguieron que no les echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el cumplimiento de su baja por maternidad en su supermercado.Porque también fue una liberada sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia, la chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como estipulan los convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra para arreglarle los papeles al abuelo para procurarle una paga medio-decente, porque los usureros de hace 30 años no lo aseguraban en ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono escuchando con paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando e insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta 4. O el otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora que se negaba a indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que trabajaba sin casco.
Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de sueldo que se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por despido, a una baja por enfermedad, o a un permiso por asuntos propios.
Esta sociedad del consumo, prefiere tirar un saco de manzanas porque una o dos están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los precedentes televisivos: entrenadores de fútbol, famosos de la exclusiva en revistas, y demás subproductos, se convierten en clinex de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un momento en que los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas en los despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el diente en el rendimiento de la clase trabajadora.
¿Quién tirará la primera piedra?. ¿Serán los políticos gobernantes, o los banqueros quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán capacidad moral los jueces o los periodistas, de hablar de corrupción en las demás profesiones?. ¿Serán más idóneos para iniciar lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué profesión se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o ladrones?. ¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?.
Pero qué fácil resulta rajar en este país. Siembra la duda, y obtendrás fanatismo barato.
Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente nos explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que la patronal y los bancos regulen los horarios, las pensiones, los sueldos, las condiciones laborales y los costes del despido. Verán cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral, cuando los sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni manifestaciones.
Verán qué contentos se pondrán algunos cuando sepan que ya no estarán obligados a pagar las flores de los centenares de trabajadores que mueren todos los años, a costa de sus mezquindades.
Iñaki Gabilondo.
Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más fácil la labor de los gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de quienes dirigen tras la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los sindicatos, piensan algunos.
El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué bien estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a pie, con un discurso cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala leche y, sobre todo, un enorme vacío de argumentos que se resume en: "Para lo que hacen, mejor que no hagan nada", "Por mi los echaba a todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se mueven, no están con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final el placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de liberado sindical.".
Confesar ser liberado sindical, en estos tiempos que corren, es un auténtico pecado capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de que te descubran. Te pueden acechar en cualquier esquina, a cualquier hora: sacando dinero, haciendo la compra, recogiendo a tus hijos en el colegio. Cualquier lugar y excusa es buena, para utilizar como insulto la palabra "sindicalista".
Se puede ser banquero chupasangre, se puede ser político en cualquiera de sus muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y trincar todo lo que se quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar chantajes, revender terrenos públicos, recortarle el sueldo a los trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización. Se puede, incluso, aumentar el recibo de la luz a los pensionistas hasta asfixiarlos, o salir en fotos besando niños y ancianos mientras los colegios y asilos se caen a trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres cargos diferentes, declarar a hacienda que se está arruinado mientras se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo obtenga la beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.
En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista.
Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la empresa fue, excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de aquel día, para que luego se firmara un acuerdo que les subió el sueldo a todos. Incluso a aquellos que escupieron sobre la huelga.
O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la pre-jubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60 años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de buscar un trabajo que nadie le ofrecería.
Recuerden también a Marta, la chica de 23 años que estuvo aguantando un jefe miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más horas extras para tener un momento de intimidad donde poder acosarla mientras le recordaba cuándo le vencía el contrato. Hasta que su mejor amiga la llevó al sindicato y, gracias a una liberada sindical, ahora el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.
Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los sindicalistas: El maestro que pudo denunciar al padre que le pegó en la puerta del colegio, los trabajadores que consiguieron que no les echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el cumplimiento de su baja por maternidad en su supermercado.Porque también fue una liberada sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia, la chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como estipulan los convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra para arreglarle los papeles al abuelo para procurarle una paga medio-decente, porque los usureros de hace 30 años no lo aseguraban en ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono escuchando con paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando e insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta 4. O el otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora que se negaba a indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que trabajaba sin casco.
Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de sueldo que se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por despido, a una baja por enfermedad, o a un permiso por asuntos propios.
Esta sociedad del consumo, prefiere tirar un saco de manzanas porque una o dos están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los precedentes televisivos: entrenadores de fútbol, famosos de la exclusiva en revistas, y demás subproductos, se convierten en clinex de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un momento en que los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas en los despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el diente en el rendimiento de la clase trabajadora.
¿Quién tirará la primera piedra?. ¿Serán los políticos gobernantes, o los banqueros quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán capacidad moral los jueces o los periodistas, de hablar de corrupción en las demás profesiones?. ¿Serán más idóneos para iniciar lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué profesión se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o ladrones?. ¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?.
Pero qué fácil resulta rajar en este país. Siembra la duda, y obtendrás fanatismo barato.
Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente nos explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que la patronal y los bancos regulen los horarios, las pensiones, los sueldos, las condiciones laborales y los costes del despido. Verán cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral, cuando los sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni manifestaciones.
Verán qué contentos se pondrán algunos cuando sepan que ya no estarán obligados a pagar las flores de los centenares de trabajadores que mueren todos los años, a costa de sus mezquindades.
Iñaki Gabilondo.
Font: CCOO
diumenge, 16 de desembre del 2012
divendres, 14 de desembre del 2012
Que complicada és la vida
Jo encara he
conegut dones, homes, xiquets i xiquetes, avis i avies en una era al ritme de
la batuda i la sega. Eren temps en els quals la vida dura no estava tan
assetjada per la mentida. El pa era pa i el vi... En aquells temps les famílies
que vivien als pobles depenien d’una economia de subsistència i menjaven
d’acord amb la dieta mediterrània sense saber-ho. Eren temps durs però tota la
gent era imprescindible per a dur a bon terme les tasques tan diverses que es
desenvolupaven. La dictadura feixista i les seues conseqüències, que no eren
poques, ens ofegava.
A les ciutats ja
van anar apareixent els primers proletaris que deixaven el camp. En un pis de
70 metres quadrats a València podien viure tres famílies. Altres marxaven a
Alemanya, a França... L’agricultura en aquest país anava a tindre uns núvols
molt negres. Els feixistes del nostre país aposten pel desenvolupament de la
industria. La mà d’obra barata vindria d’una agricultura i ramaderia castigada
i perseguida. És el moment en el qual desapareixen pràcticament totes les
raberes del nostre país i amb l’excusa del maquis a molts masovers de molts
indrets se’ls fa la vida impossible. El camp es despobla en benefici de la
ciutat. Estem davant d’una de les reconversions més salvatges de la història
recent del nostre país. Però aquest esquema de producció, que ja havia rebentat
pels anys trenta, torna a fer fallida amb la crisi del petroli. El sistema
capitalista expulsa de l’aparell productiu milers d’obrers de les fàbriques.
Molta gent sobra en un sistema que torna a mostrar la seva cara salvatge. És la
primera vegada que veig milers de peixos morts al riu Cànyoles i com les flames
devoren les serralades i no tinc respostes. Són els anys setanta.
Si peguem un bot
en l’aire i arribem al moment actual ens adonem que la bogeria del sistema no
ha canviat, ans al contrari la dèria encara és molt més gran. El nombre de gent
que sobrem és molt més elevat, vora un 24% de la població activa està aturada.
Hem batut tot un record. El 50% del joves no treballen i els que tenim més de
50 anys i estem aturats estem condemnats a no treballar més. Tot açò en una
situació en la qual s’ha fet una reforma salvatge del sistema de pensions i una
reforma laboral atroç, ambdós filles de la bambolla immobiliària. En un moment
d’ alternança política dominada per uns polítics professionals que aplaudien el
poder que el poble es confiava. Gràcies a tota aquesta gentola, pot ser el
futur de molts de nosaltres per a no morir de fàstic, una vegada entrem en
l’etat de jubilació, siga el de delinquir per acabar en la presó i poder viure.
Açò si abans no hem desencadenat una crisi ecològica que esborre la nostra
espècie de la Terra.
A pesar de tot,
sóc optimista el capitalisme està tocat de mort i com a espècie si volem
continuar vivint a la Terra haurem de definir un altre sistema en el qual els
números i els beneficis no anul·len a l’espècie humana ni a la resta de les
espècies que viatgen amb nosaltres.
Estem en un
estat d’emergència on l’esclafit social cada veda està més prop. Aquests versos
van dedicats a la gent que cau però s’aixeca, que no estan de tornada de res,
que encara estan ací, que continuen amb la lluita diària. Salut i llibertat
companys i companyes.
Que complicada és la vida
L’ oncle tenia una mula
que
desaparegué un dia
de la
nostra economia.
Desaparegué
amb ella
la
trilla, l’era, la falç
i les
cançons de batuda.
L’oncle
tenia una mula
un
carro i tota una vida
que es
va detenir un dia
sense
molta algaravia.
Al
carrer ja no tenim
ni un
ferrer, ni un carboner,
tot ha
sigut agranat
pel
progrés insatisfet.
El
temps corre amb molta pressa
inclòs
els dies de pluja,
neu o
calor irreverent.
El sol
ja no ve amb el dia
ni el
grill canta per la nit
amb la
seua melangia.
La veu
del drapaire ha mort
entre
botzines de ferro,
i
grunyits ensordidors
que
ens persegueixen pels somnis
iracunds
de la tardor.
Vivim
en un món de plàstic
sense
perfums ni colors,
empresonats
entre núvols
de fum
i realitats
d’ordinador
de saló.
Vivim
d’esquena a la vida
i
morim agafant-nos
a la
vida que hem tirat
entre
enveges i misèries,
entre
grans submissions
plenes
d’ imbecil·litat
i
molta pompa i cartró.
No
vivim, almenys morim
o
tampoc morim com cal?
Que
complicada és la vida.
El
passat es difumina
i el
futur se’n fuig pel dia.
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